Mi hermano me miró. Yo estaba sentada en un sillón gris, en una sala de espera, en un hospital donde mi papá se moría. Mi hermano estaba parado en la puerta que daba a los cuartos donde mi papá dormía, gracias a la morfina, hace una semana con respiración agónica.
No me dijo nada. Solo me miró y yo entendí que tenía que seguirlo. Que ya estaba. En el cuarto 403 mi mamá y mi tía estaban al costado de la camilla, yo y mi hermano nos pusimos en frente. Papá en el centro de esta escena, su última, respiraba muy irregularmente.
Lo escuché morirse, no lo vi porque cerré los ojos en su último respiro. Así mi papá se fue adelante mío.
Yo tenía 24 años, él 72.
Su partida de defunción explica que el deceso ocurrió a eso de las 21:15 del sábado 12 de septiembre. Después de eso su cuerpo fue la funeraria, y nuestros amigos vinieron a casa a una suerte de despedida.
¿Pero cuándo se empezó a morir mi papá? Su oncólogo nos explicó que el cáncer de páncreas es silencioso y solo se detecta una vez que ya está en etapa avanzada.
Yo me enteré que papá tenía cáncer con mamá y antes que él, cuando fuimos a buscar un estudio. Que papá se muriera era un suceso en mí y en mamá, una hora antes de que mamá se lo contara a él.
El doctor dijo palabras como linfoma y metástasis. Nos recomendó un oncólogo.
Esto fue el 15 de abril del 2015, a las 5 de la tarde. Pero biológicamente, papá tendría cáncer hace años y nadie lo sabía. Pero a partir de ahí en ojos de todos se empezó a morir.
Yo fui a escuchar el Mesías de Haendel al Colón. La conocía de memoria por que la cantábamos con el coro en el colegio. Le di un abrazo a papá antes de irme y me tomé el 67 que me dejaba en el teatro.
Me paré en el medio del colectivo, apoyada sobre la baranda. No paraba de llorar, de pronto, me empezaron a llegar pañuelos de todos lados del bondi.
Solo a la mañana siguiente pude escribirlo. Le escribí un mensaje a Marina que vivía en Barcelona. Papá tiene cáncer.
Yo entré a la facultad y me senté con gente que no era mi amiga. Todavía lloraba.
Mi papá se va a morir.
Ahora, dentro de poco.
Grado 4, cáncer de páncreas. No no ya no rayos, solo quimio.
6 meses como mucho. Papá ya tenía comprometido el riñón.
Un grupo de células muy ambiciosas decidieron no hacerlo caso al sistema nervioso central. Convencieron a otras que antes se portaban bien y llevaban a cabo funciones vitales de cagarle la vida a una persona. En este caso a Miguel Arreseygor, a un mes de cumplir 72. Los linfocitos no entendían que había que defenderlo de estas células, que reconocían como propias, y eso es el cáncer.
Fue por ese entonces que papá dejó de ser papá, el eterno, y empezó a ser tiempo.
“Hay que disfrutar a la gente mientras está”.
Papá empezó a ser una duda, por ejemplo, a veces faltaba a clase porque lo quería aprovechar y no sabía cuánto tiempo más lo iba a tener.
Él empezó a bajar de peso y a dormir mucho. Murió pesando 65 kilos, había bajado 23.
Se murió un sábado. Lo enterramos un lunes y me fui a trabajar. Esa semana un chico que me importaba me empezó a monitorear el Spotify. Se preocupaba si escuchaba canciones tristes.
Él no sabía que ese sábado, en el televisor de la clínica, durante esa media hora que fue nuestra última solos y juntos, Canal Encuentro pasaba un programa sobre Piero. Fue el sábado 12 que escuché por primera vez el tema Mi viejo.
Después de eso durante un tiempo, casi tres años, yo dejé de ser una persona. No me sentía cómoda ni siquiera conmigo, subí mucho de peso y estaba profundamente triste.
Durante los primeros meses soñaba que seguía vivo. Lo llamaba sin querer, mientras esperaba haciendo filas.
Le gustaban como a mí los libros, la música, las películas o quizás a mí me gustaban como a él. Encontraba en los hechos heroicos cierta magia y era idealista y práctico a la vez. Cantaba mal y era desordenado. Extraño su manera de saludar, de enojarse, su arbitrariedad y su penetrante inteligencia, su fanatismo por Italia. Su ópera preferida es La Traviata, y la parte que más le gustaba era un di felice.
Cuando viajabamos en auto jugabamos a un juego que yo había traducido de preboliches para poder jugarlo con papá, el rapidito rapidito. Era una enumeración por categoría, siempre elegíamos las mismas: ministros o presidentes.
Se había muerto mi papá, se había acabado una gran conversación, y eso dolía.
El duelo lo hice escuchando Carrie & Lowell de Sufjan Stevens y una canción extraña Il Mondo de Jimmy Fontana.
El sábado 18 de abril del 2015, papá entró a mi cuarto. Yo dormía serían las 9 de la mañana. Se acostó del lado de afuera de mi cama.
Viste que bueno que somos tan amigos.
Papá hablaba así. Decía ese tipo de cosas. Éramos tan amigos.